Los bosques tropicales de la Amazonía ecuatoriana esconden las huellas de las diferentes civilizaciones que la han habitado a lo largo de los siglos, con el pasar del tiempo han ido apareciendo evidencias de su existencia, ya sea por la voluntad de la madre naturaleza o por las expediciones realizadas por quiénes las estudian y escriben su historia.
Existe una cultura que habitó las riberas del Río Napo y Coca que aún la historia no las ha reconocido, Los Omaguas.
Sus antecedentes arqueológicos indican que entre los años 1.100 y 1.400 d.C poblaron la región central de la Amazonía, también conocidos como “Los Piratas del Río Napo”, los Omaguas fueron unas de las civilizaciones más grandes y feroces de la región, se conoce que su territorio abarcó más de 900 kilómetros cuadrados.
El lenguaje de la cerámica y los ritos funerarios
Caracterizados por ser navegantes y guerreros, este pueblo era refinado ya que poseía un amplio bagaje cultural y espiritual; evidencia que fue plasmada en su cerámica cuyas formas y representaciones hacían referencia al mundo de los espíritus presente en todas las formas vivas e inertes de su entorno.
Dato curioso 1: El shamán era el líder de la comunidad y se preparaba durante años para ser el poseedor de los secretos del Yajé y de la Ayahuasca que le permitían contactarse con el mundo de los espíritus y le brindaba el poder de curar enfermedades, enfrentarse a los enemigos o convocar a la cacería.
El ritual funerario también era una parte esencial de la cultura, los Omaguas enterraban a sus difuntos en tumbas superficiales que era cubiertas por algunas maderas, esperaban a que el cuerpo se descompusiera para desenterrar los huesos, decorarlos y colocarlos en las urnas funerarias que eran conservadas en las viviendas durante algún tiempo para luego ser enterradas nuevamente.
Esta civilización encontraba la belleza al poseer un rostro ovalado para lo cuál tenían la costumbre de achatar sus cráneos con maderas y fibras vegetales para tener un “Rostro de Luna” como lo describió Pablo Maroni, misionero del siglo XVIII.
Las formas de estas urnas guardaban un fuerte vínculo con la fertilidad y fecundidad dando muestras de un renacer después de la muerte. Urnas semilla: cerámicas cuya forma nos recuerda a la de los huevos de los reptiles, a figuras femeninas o al vientre de una mujer embarazada.
Dato curioso: El puma o el águila plasmados en platos ceremoniales y urnas representan a animales sagrados ya que se creía que el shamán al morir se convertía en uno de ellos.
Extinción
Se conoce que en el siglo XVII los Omaguas comenzaron a rehuir del contacto con las civilizaciones de occidente ya que les trajo epidemias y abusos por parte de comerciantes y hacendados; encontrando refugio dentro de los territorios de los Jesuitas en el actual Perú, esta orden los traslada a río abajo a la cuenca media- baja del río Napo y otros se asentaron al interior de la selva en lugares de difícil acceso donde su cultura de a poco fue desapareciendo.
Bibliografía
- Un viaje con los Omaguas, Museo Arqueológico Centro Cultural Orellana (MACCO).